José el único vecino del Coucellín

José el único vecino del Coucellín

Traigo hoy hasta aquí a José. Tiene 60 años y vive solo en El Coucellín. Él es elúnico habitante de esta aldea del concejo de Tineo. Este hombre ha vivido en el pueblo toda la vida y se gana el pan como leñador vendiéndola por los pueblos de alrededor. Como él hay otros tantos hombres y mujeres; como en el cercano El Corralín, en Cangas del Narcea, que vienen a ser los últimos representantes de la España, no ya que se vacía, sino que se ha vaciado

Empieza su trabajo a las 9 de la mañana y regresa a casa cuando anochece; solo para a la hora de comer. Su soledad le ha hecho tímido y de pocas palabras. Cada día que pasa su vida se hace más difícil ya que, explica, cada vez hay menos habitantes en los pueblos de alrededor y eso se nota. Le preocupa la despoblación de las zonas rurales españolas, pero no se hace muchas ilusiones y no disimula su decepción con las instituciones públicas: “Es que ya no es que no hagan nada, es que encima están perjudicando a la gente que vive en los pueblos”, asegura. Y habla de los lobos, y del oso que le destrozó sus colmenas.  Entiende la preocupación por las especies, pero cree que la normativa vigente no estimula que los habitantes se queden en la zona, y explica que eso provoca que la gente que le da trabajo se acabe marchando: Y denuncia la subida de la luz y de precios en general; y las cuotas de autónomos. Y asegura que su recibo de la luz ha pasado de 30 a 60 euros. Y aún ha de destinar 70 euros al mes para la gasolina de su coche, imprescindible para una persona que necesita su propio vehículo para trabajar. También consume otros 70 euros de carburante para el uso de sus herramientas, cantidad que se suma a los gastos de la cesta de la compra. El leñador también mantiene a sus animales, aunque confiesa con alivio que al menos no tiene que pagar por su casa. 

Como autónomo, paga el 21% de IVA de su facturación. Explica que “trabajo solo, normalmente los encargos me los mandan personas mayores que viven en los pueblos de la zona”. Suele cobrar unos 80 euros de media por pedido, siempre y cuando utilice sus propias herramientas. Ahora dice que “se apaña”, pero insiste en que cada vez hay menos población en las aldeas vecinas, y eso implica que también hay menos clientes.

Vivió un tiempo en Tineo con una pareja, pero aquello no funcionó y a los cinco años volvió al pueblo. “Es más barato y no me importa vivir solo”, asegura.

Él es hoy el exponente de las 1.800 personas que viven solas en otros tantos núcleos de población, zonas rurales que se encuentran en su mayor parte en el centro y el norte del país, y que agonizan cada vez más al ver cómo su población huye hacia las ciudades, abandonando lugares que hace no tanto tiempo estaban plenos de vida y que ahora están agonizando ante la indiferencia de todos.

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R. Mera